Éste es el último
libro del AT y su más importante tratado de «teología política». Si preferimos,
es un tratado sobre la justicia en el gobierno, con argumentación teológica y
orientación doctrinal. Ni manual práctico ni tratado profano.
El tema de la
justicia en el gobierno es de buena ascendencia sapiencial: Prov 16,12. Dirigirse
a los gobernantes, israelitas o extranjeros, que quieran leer no es una
fantasía desatinada: Ester; 3 Mac; Dn. Quizá nuestro autor lo hace con una conciencia más lúcida y también con
mayor acierto. No es extraño que su obra tuviera más lectores judíos que
paganos, más súbditos que gobernantes; los que gobiernan son siempre menos.
El discurso sobre la
justicia, sobre todo si es crítico, es provocado muchas veces por la práctica
de la injusticia, sobre todo de la «injusticia establecida», de «los que dictan
sentencias en nombre de la ley» (Sal 94,20). Aparte las persecuciones bien conocidas, por ejemplo, la de
Ptolomeo 11 (a la que parece referirse 3 Mac), es probable que los judíos de la
diáspora alejandrina tuvieran que sufrir discriminaciones, opresión y
vejaciones a manos de gobernantes griegos o romanos; también pudieron sumarse a
esos opresores algunos judíos renegados e influyentes. El libro no especifica
la raza de los destinatarios, pues quiere atravesar fronteras (6,1). La
denuncia profética se hace aquí crítica sapiencial.
Cualquier hombre que
tenga autoridad y gobierno tiene como función ejercer y garantizar la justicia.
Ningún hombre es soberano en sentido estricto, ni el rey mismo, pues todos
reciben el poder de Dios mismo, a quien deberán rendir cuentas en esta vida o en la otra (6,1-11). Con
ese juicio, quiere Dios hacer que prevalezca la justicia en el gobierno. La
historia, con sus repetidos juicios de salvación y condenación, prueba que Dios
toma cuentas; el juicio histórico anticipa y prueba el juicio escatológico.
¿Y cómo cumplirá un
gobernante su misión de justicia?
Responderá un
Salomón ficticio, que recibió de Dios sabiduría para gobernar (1 Re 3). Dios,
que da al gobernante la misión de garantizar la justicia, le dará también la
prudencia para que cumpla su misión.
Pero el gobernante tiene que amarla, abrirse a ella, buscarla, pedirla (caps. 7-9).
Ahora bien, la
sabiduría «política» es un aspecto de una sabiduría inclusiva y trascendente,
que abarca toda la actividad humana e incluso hace de su justicia un momento
intermedio para la elevación del hombre al reino y a la inmortalidad (5,15s).
Lo contrario de la
sabiduría es la idolatría: con su falsificación de la divinidad, engendra toda
injusticia, tranquiliza engañosamente al tirano o le sirve como instrumento de
poder, degrada al hombre. Idolatría es pensar mal de Dios y es incompatible con
la sabiduría.
El autor realiza en
su tratado una conjunción de culturas. Está embebido en los escritos del AT,
que lee en la traducción griega de los LXX; lo que tiene tan asimilado le sale
de muchas formas, controladas o espontáneas. Como temas y motivos literarios, como falsilla disimulada, como
alusión inteligente. Conoce también una cultura filosófica griega,
especialmente en su corriente estoica; filosofía en estado de cultura poco
profunda. Lo cual le basta para casar concepciones con audacia o ingenio, con
fuerza sugestiva. El autor es mediador sereno. Justos e impíos de la primera
parte no tienen nacionalidad, los personajes del cap. 10 pierden el nombre, los
israelitas de la tercera y quinta parte son tipos de la historia magistra.
Lo que sucede con el
pensamiento sucede también con el estilo. Los recursos hebreos del paralelismo,
de la frase paratáctica, del comentario midrásico son patentes. No menos lo son
los recursos griegos: palabras compuestas, exquisitas, multiplicación de
sinónimos, adjetivación refinada, aliteraciones, paronomasias, rimas, juegos de
palabras. La simbiosis de una tradición hebrea con una alejandrina engendra una obra original, a veces recargada y reiterativa, artificiosa, con
alardes de artesanía estilística, rica en sorpresas y agudezas de ingenio.
El título
tradicional del libro, Sabiduría de Salomón, es justificado y capcioso.
Justificado porque el libro pertenece al grupo o corriente «sapienclal», que se
ampara al patronato de Salomón. Entronca con los Proverbios, parece polemizar
contra el Eclesiastés, tiene coincidencias notables con Ben Sira (= Eclo) y algún
contacto con Job. Doy alguna referencia selecta:
Job Sab Prov. Sab.
9,12 12,12 1,7 3,11
19 1,21 8,3
9,25-26 5,9-11 3,12 11,10
29,9-10 8,12 8,11 7,9
21-23
29,9-10 8,12 8,11 7,9
21-23
Eclo
|
Sab
|
Ecl
|
Sab
|
6,27
|
8,2 1
|
9,5
|
2,4
|
23,25
|
4,3-5
|
8,8
|
2,1
|
16,3-4
|
4,1
|
6,12
|
2,5
|
41,8-10
|
3,12
|
9,1
|
7,16
|
La Sabiduría ocupa
en el libro una posición altísima (en continuidad con Prov 8 y Eclo 24). Alta,
pero no exclusiva ni central. A partir del cap. 11 la sabiduría desaparece,
salvo un par de menciones. En cambio, la justicia atraviesa el libro de cabo a rabo: justicia, injusticia, justos
e injustos, juicio. Un título temático del libro sería: "A los gobernantes:
sobre la justicia».
En cuanto a Salomón,
aparece por ficción retórica en los caps. 7-9. No hay otra razón interna para
poner su nombre en el título. El autor es anónimo. Es muy probable que haya
vivido en Alejandría. La fecha de composición parece ser el tiempo de Cristo o algún decenio antes.
Tiene bastantes coincidencias con pasajes del NT, sobre todo con san Pablo y su
escuela.
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